Eres grande, inmenso como el océano.
La sal testigo de tu furia, me trae tu aroma.
Tu saña se aleja de mí, al canto de los pájaros.
¡Que mañana tan triste!
¡Que bonito día! Me exclamaré
porque siempre acaba saliendo el sol.
Me quemo de audacia al mirarte,
robo unos instantes para velar por ti.
Por algo en que creo,
por la fuerza de mis sentimientos,
por algo que quema en mi interior,
por lo puro que es el Amor.
Amor, fuerza que necesitan los Humanos,
cáliz de vida eterna, necesario para valorar
lo que pueden perderse y sentirse.
Por la mente todo es posible.
¡Rózame! ¡Abrázame! y te robaré calor para vestirme.
Porque durante tu ausencia,
llueve en mi como llueve sobre la cuidad.
Somos como espejos,
nuestro reflejo no valdría nada
sino se hubiera puesto nadie delante.
Imágenes vivas, reflejos que pasan ante nuestro rostro,
como fugaces espejismos que humedecen con su luz,
las oscuras lagunas de olvido.
Reflejos que dan calor a la insulsa llama del espejo del alma.
Reflejos que reavivan, reflojos llamados Amigos.
Parfait Atchadé. Noviembre 2002.
Barcelona.
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